La producción
de las reflexiones que debe realizar el alumno sobre sus evidencias es una de
las la fases del portafolio más interesantes y a la vez más complejas.
Favorecer que
los alumnos reflexionen sobre su proceso de aprendizaje supone focalizar el
centro de atención en el alumno y no en la materia o en el docente, como
todavía y lamentablemente es habitual en muchas aulas. Esto requiere
una buena disposición del docente y la adquisición de hábito por parte de los
alumnos no acostumbrados a sentirse partícipes y responsables de sus
aprendizajes.
A la hora de
dar forma a sus escritos reflexivos, los alumnos necesitarán cierto
entrenamiento para lograr que sus primeras percepciones vayan tomando forma y
pasen de ser impresiones a reflexiones meditadas. En este
entrenamiento, el docente va a adquirir un papel fundamental, tanto durante
como después de la realización de las tareas, pues no es aconsejable dejar
exclusivamente para el final el momento de la reflexión.
En este
sentido, la fase de reflexión sobre las evidencias podría estructurarse en
varias etapas intermedias:
· Etapa de actividad didáctica. Durante
el desarrollo de las tareas, el docente deberá estimular la capacidad reflexiva
de sus alumnos haciéndoles partícipes de la toma de decisiones, explicando los
objetivos de la actividad educativa, planteando interrogantes… de tal
forma que los alumnos puedan mantener un papel activo y crítico en el proceso.
· Etapa de escritura reflexiva.
Finalizada la selección de las evidencias, el docente deberá aportar
instrumentos-guía adaptados que faciliten la organización del pensamiento de
los alumnos para que puedan identificar los aspectos débiles y los logros
adquiridos. Estos instrumentos deberán evolucionar y tener como objetivo que
los alumnos sean cada vez más autónomos y creativos en la realización de sus
escritos reflexivos.
· Etapa de análisis. Docente y alumnos
deberán analizar los resultados e identificar las causas de los mismos. La
lectura de los resultados debe ser constructiva de manera que tanto los alumnos
como el docente no generen frustración sino que asuman las debilidades como
oportunidades y acepten el error como algo natural en el aprendizaje.
· Etapa de propuestas. Del análisis
surgirán medidas consensuadas para la mejora individual y grupal del proceso de
aprendizaje. Los alumnos deberán ser los protagonistas a la hora de definir los
retos personales y grupales y de planificar sus acciones futuras. Si se
consigue su implicación, se fortalece su compromiso y responsabilidad en el
aprendizaje, pues, sin duda, los logros que uno mismo se propone resultan más
motivadores y estimulantes.
La fase de reflexión se constituye así como fundamental para que
los alumnos sean más conscientes de las competencias adquiridas, adquieran
participación, asunción de responsabilidad y autonomía en el propio proceso de
aprendizaje y, finalmente, puedan definir sus nuevos retos.
Este uso del portafolio educativo contribuye a la proyección
personal y académica de alumnos y docentes puesto que es un constructo con
capacidad para vincular el ser,
el saber pensar y el saber
hacer de forma integral y en
permanente desarrollo en el aprendizaje a lo largo de la vida. Pero para ello,
también es necesario que su uso se constituya como una práctica habitual en
todas las etapas educativas y en las experiencias profesionales de la persona,
y no como una anécdota puntual de un curso o una materia específica.